Para las buenas personas, toda vida vale y ésta historia muestra cómo es importante que consideremos a todos los animales, con tantos derechos como nosotros los humanos
Renate Reable, de Ontario, Canadá, estaba tomando un té y mirando por la ventana del patio de su casa en diciembre del año pasado cuando de repente vio algo moviéndose con desesperación dentro de la piscina.
“Yo corrí fuera, tomé la red de retirar las hojas y procuré sacar de allí lo que fuera que estuviese ahogándose, era un animal, no se cual era, no me importaba, solo sabía que debía ayudarlo. Cuando pude sacarlo fuera, me di cuenta que era una mofeta (también conocida como zorrillo) en muy mal estado casi sufriendo congelación. Era evidente que había pasado mucho tiempo dentro del agua antes de que yo la viera”
Renata, sin tomar en consideración la mala fama de éstos animales sobre su “olorosa” defensa cuando se asustan, no dudó y llevó con urgencia a la mofeta hacia el deck de su casa y la colocó sobre toallas para secarla y devolverle el calor.
Era diciembre y estaba realmente muy frío, yo no podía dejarla allí simplemente secándolo y ya. "Ella mal podía erguir su cabeza. Si la hubiese dejado fuera para que se fuera cuando se sintiera mejor, probablemente antes de sentirse así, hubiera muerto de hipotermia”
Sin tener ni Idea lo que podía hacer por una mofeta, un animal que casi nadie está preparado para tener que tratar y ayudar, pensó lo mejor que pudo y corrió dentro de casa para buscar artículos que pudieran ayudarla. Ella trajo más toallas y un cobertor eléctrico para ayudar a devolver el calor normal al cuerpo del animal. Ella también trajo algunas frutas y miel para alimentarla cuando reaccionara un poco mejor.
“Me senté alrededor de una hora aupándolo como a un bebé y calentando su cuerpo. Estaba muy preocupada, pensé que Ella no se recuperaría. He visto muchas mofetas en mi vida, pero jamás una que se dejara cargar en brazos sin dejarte de pies a cabeza recordando ese momento por semanas (dice riendo recordando el fuerte olor a orina que ellos dejan cuando se defienden). Ella permitía que yo la tuviera en brazos y la ayudara y me imaginé que toda esa docilidad en un animal normalmente miedoso y que no le gusta acercarse a la gente, no era nada bueno porque mostraba lo mal que se sentía”
Ella se quedo con el, movía sus manos fuera del cobertor para ayudar a la circulación en las patas del animal y al poco, la mofeta empezó a moverse con algo más de intensidad y eso era una muy buena señal!
“Cuando empezó a estar más vital, la recosté en el piso del patio, como el cable de la manta no llegaba al patio, calenté una bolsa de agua caliente de las que uso para calentarme los pies y se la puse debajo para que se calentara. Allí me quedé observando a algunos metros de distancia. También me ayudé con un secador de cabello que tenía un alargue bastante más extenso que el de la manta”
Luego de que unos 45 minutos más pasaron, ella comenzó a recuperarse. Reabel respiró aliviada entonces “Ella se levantó, salió del nido caliente que yo le había hecho con las toallas y la bolsa de agua caliente, comió algunas frutas y la miel que le había dejado y cuando se sintió bien lo suficiente, ella caminó lentamente al bosque de nuevo”
Este pequeño ser no era un ser común que las personas estén acostumbradas a tratar, además, de un aspecto poco convencional y el miedo de que se defiendan y nos cubran con su terrible orina, pero ni con todo eso en contra, Reabel pensó que éste animal no merecía su ayuda y lo rescató.
Toda la vida vale y todo ser en necesidad merece ayuda, sea un animal “común” o no tanto… como el caso de la Mofeta de Reabel que de no ser por su compasión, habría muerto por congelación.
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