Un cachorro que estaba condenado a muerte por haber nacido con un problema congénito, logró su salvación gracias al amor y cuidados de una veterinaria que hizo todo por darle una nueva vida.
Algunas veces puede suceder que con el nacimiento de una nueva camada de cachorros, alguno de los cachorros pueda nacer con una enfermedad congénita.
Cuando los dueño de los animales se encuentran frente a esta situación, la decisión que suelen tomar la gran mayoría es el sacrificio. Inclusive son los mismos veterinarios los que recomiendan esta opción para comodidad de los dueños, así se evitan el trabajo de cuidarlos y más gastos.
En el cruel negocio de la factoría de cachorros para la venta, esto es mucho peor aún y la matanza de animales es muy elevada debido a que las maltratadas perras estan enfermas y anémicas por lo que terminan pariendo cachorros que no cumplen con los requerimientos necesarios del perro de "raza" para venderlos en los petshops.
Una de las enfermedades congénitas con las que nacen los cachorros es el paladar hendido y el labio leporino, es casi seguro que en la mayoría de casos se termina sacrificando al animal.
Dependiendo de la severidad de la hendidura, y si afecta el paladar duro o blando, los cachorros por lo general no logran desarrollarse. El espacio en el techo de la boca no les permite succionar correctamente el alimento y terminan muriendo de hambre.
Pero una historia con un desenlace distinto ocurrió el 29 de abril de 2015, cuando la veterinaria Chelsea Whitney celebraba su cumpleaños número 30 trabajando.
Ella asistió al proceso de parto de una labrador que al final tuvo nueve cachorros, pero por desgracia, uno de ellos nació con el paladar hendido. Como era de esperarse la decisión del dueño fue la eutanasia.
Al ver al pequeño que apenas podía moverse, la veterinaria se conmovió y decidió asumir el reto de cuidarlo, como profesional, ella sabía que tener un cachorro con el paladar hendido a su cargo necesitaría de muchos cuidados y atención, pero estaba decidida a luchar por hacerlo vivir aunque las probabilidades eran muy limitadas.
El paladar hendido del bebé era particularmente malo, ya que se extendía desde su paladar duro por todo el camino hasta llegar a su paladar blando.
Ella decidió llamar al pequeño cachorro color chocolate, Bronson, por el personaje de una película con el mismo nombre protagonizada por Tom Hardy.
Cada día significó un reto para Chelsea, desde la alimentación especial sin sólidos que debía de ser dada cada dos horas, hasta vigilar que el pequeño no vaya a comer algo que le pueda causar la muerte.
Siendo un cachorro, todo era más complicado porque no podía estar quieto.
A las dos semanas de vida, el pequeño Bronson ya acompañaba a Chelsea a la clínica veterinaria donde trabaja.
Todo su esfuerzo y las horas interminables de cuidados rindieron sus frutos y así fueron pasando los días, las semanas y los meses.
La doctora había hablado con un colega cirujano donde trabaja para que llegado el momento indicado, Bronson pudiera ser operado.
El momento llegó y la operación de alto riesgo se programó exactamente el 29 de abril de 2016, que también era el trigésimo primer cumpleaños de Chelsea.
Para ese entonces el cachorro ya era parte importantísima en el corazón de la doctora, él se había convertido en un perrihijo para ella.
Felizmente, la operación fue todo un éxito y desde ese momento empezó una nueva etapa en la vida de Bronson, todo gracias a su mamá humana que le todo su amor y esfuerzo para que tenga posibilidad de sobrevivir y ser parte de su familia.
Aquí está Bronson ahora posando con Layla, de 12 años de edad, y Harley, de 10 años de edad. La gata de la casa llamada Queen no es muy afectuosa con los caninos.
Hoy Chelsea, su esposo y los demás animales que conforman su familia, están felices, pero sobretodo Bronson y por esa razón, ha compartido su historia con el resto del mundo para darnos un ejemplo de que "el querer es poder" y que una vida puede ser salvada con misericordia y sacrificio.
El tejido está casi completamente curado y por fin, Bonson, es capaz de jugar con sus juguetes, masticar comida sólida, nadar en los lagos, ir a caminar y todo lo que hace cualquier otro perrito lleno de vida y felicidad.
Esta historia conmovedora pudo tener un final feliz y deseamos que muchos veterinarios valoren la vida de los animales tan igual como lo hizo la Dra. Chelsea Whitney con el adorable Bronson.
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